Por
Sebastián Artola (*)
La política cultural
es uno de los debates pendientes en nuestra ciudad.
La cuestión no pasa
por plantear si lo social va primero y lo cultural después. Ambas son
dimensiones sustantivas y hacen a la posibilidad de construir una ciudadanía
plena.
La resolución de las
demandas de infraestructura básica o de servicios públicos dignos debe ir
acompañada de espacios que promuevan la puesta de sentido y una conciencia
colectiva que fortalezcan los vínculos de pertenencia y un horizonte de
proyección común en la ciudad.
Planteado de este modo, dos son las discusiones: Por un lado, entender
la política cultural como mero show, donde la ciudadanía es espectadora pasiva
de producciones culturales que se presentan en determinados lugares de la
ciudad. O la posibilidad de pensar la política cultural como el protagonismo
activo de una comunidad en la creación de representaciones en tanto
manifestación de lo que sienten o tienen para decir.
La segunda cuestión, es si las políticas públicas son para todos o sólo
para unos pocos. La promoción y el acceso a la cultura es un derecho que hace a
la condición ciudadana, como herramienta que permite responder a las
necesidades. El elitismo presente en la idea de que no puede ser sujeto de
cultura aquel que no tiene resueltas cuestiones sociales básicas debería, a
esta altura, estar superado.
Una ciudad se construye con la palabra, las expresiones, las voces y
cada una de las identidades de los barrios, si el desafío es avanzar hacia una
Rosario inclusiva e integrada con el protagonismo de todos y todas.
(*) Foro Rosario para Todos.