Fiesta Popular en la asunción de Cristina. 10/12.




“Profundizar el cambio social”, Tiempo Argentino, 03/12/11.

Por Sebastián Artola.


Un elemento decisivo para pensar la nueva etapa política abierta a partir del triunfo electoral del pasado 23 de octubre es la configuración de una nueva mayoría social de respaldo al gobierno y, en particular, al liderazgo de Cristina Fernández que, sin dejar de ser heterogénea, se caracteriza por una conciencia política sustantiva respecto de las conquistas alcanzadas en todos estos años.
Esta recomposición de la base social, tras la importante pérdida de consenso en el ciclo que va desde la derrota por la puja en torno a la Resolución 125 a los resultados electorales de 2009, no hubiese sido posible sin la conclusión que el propio Néstor Kirchner sacara de aquellos días: “Nos faltó profundizar el modelo.”
Estatización de las AFJP, Ley de Medios, Asignación Universal por Hijo y Ley de Matrimonio Igualitario fueron medidas en este sentido, que a su vez se tomaron en función del aprendizaje realizado respecto de la necesidad de acompañar la política de redoblar la apuesta con la construcción de adhesiones sociales mayoritarias y niveles significativos de organización popular en apoyo a las iniciativas de gobierno.
Del mismo modo, dan cuenta de una comprensión más precisa respecto de los términos que marcan la puja política contemporánea, atravesada por una fuerte disputa por el sentido de las palabras, los símbolos, los discursos y el relato; y, en consecuencia, la idea de que la distribución más justa de la riqueza va de la mano de la redistribución de la palabra, la democratización de las voces y la emergencia de un relato alternativo al hegemónico.
Por eso, es difícil pensar la renovada adhesión al gobierno sin la puesta en cuestión al dominio del discurso mediático. De ahí que la reelección de Cristina haya expresado, por sobre todas las cosas, el triunfo de la política frente a las corporaciones, algo inédito desde la recuperación de la democracia.
Ahora bien, los próximos cuatro años de gobierno constituyen, tal vez, los más importantes para el proyecto nacional. La conquista de la justicia social, la posibilidad de trabajo digno para todos y el objetivo de ningún compatriota bajo la línea de pobreza, deben ser las aspiraciones que atraviesen la idea de profundizar el modelo, que debemos situar como profundización del cambio social.
Para lo cual es necesario avanzar en un modelo de desarrollo nacional e integral que continúe sustituyendo importaciones, agregue valor a la producción primaria en origen, redefina el sistema financiero, industrialice al país de manera federal, y reponga soberanía pública sobre los recursos naturales y energéticos, equilibrando la función social con la protección del medio ambiente.
Este desafío hace imprescindible más organización popular y la emergencia de una clase política consustanciada con las mayorías sociales. Debemos traducir la adhesión mayoritaria al gobierno en construcción política; proyectando la articulación entre las demandas sociales y el Estado; promoviendo la iniciativa y la toma de la palabra desde abajo; para constituir a los sectores populares en el sujeto protagónico del proyecto nacional.

“Recuerdos del 27”, Rosario/12, 27-10-11.

Por Sebastián Artola.


Perplejos frente al televisor, casi en silencio, de canal en canal. "¿Y ahora a quién votamos?", fue lo primero que dijo el mayor de mis dos hijos, por entonces de siete años. Le conté la noticia, se fue en silencio, volvió y me hizo la pregunta. Tenemos dos. Pasan tanto tiempo en reuniones y actividades como en la escuela y con amigos.
Los mensajes de textos de los cumpas que estaban censando, preguntando, queriendo dudar, no creer. Las primeras palabras que pude escribir recién cerca del mediodía: "Se fue quien devolvió al pueblo y a la militancia la esperanza de que otra Argentina es posible. Que el dolor nos empuje para seguir más juntos que nunca por este camino. De nosotros depende. Tomemos de su mano la bandera y empuñémosla bien alta. Hagamos carne en cada uno de nosotros el proyecto nacional. Llenemos la calle para darle a Cristina todas nuestras fuerzas. Para decirle que estamos. Que somos más que nunca. Y que seguimos junto a ella hasta el final en la construcción de una patria para todos".
Había que salir a la calle. A las 20 al Monumento a la Bandera , donde sino. La impaciencia, la sangre alborotada y el cosquilleo en el estómago. Llamé a unos cumpas:

-Hagamos una pintada.

-¿Cuándo?

-Ahora, ya.

Las paredes siempre fueron la voz del pueblo, esta vez no podía ser la excepción. Calles desoladas. Con ferrite negro en un paredón, a la tarde no tan tarde, pintamos: "Fuerza Cristina. Néstor vive en cada uno de nosotros". Desahogo. Un auto que frena, nos sacan fotos, estaban de paseo por la ciudad.
De ahí a la sede de la departamental. Conocidos y no tanto. Voces bajas. Miradas perdidas. Empezamos a caminar hacia el Monumento. Por Pellegrini. A paso lento, dubitativo. En 1º de Mayo nos esperaba otro grupo que concentraba en la esquina. Abrazo fundido. Ocupamos la calle. Armamos la columna. Empezamos a marchar. Banderas, bombo y redoblante. Los primeros cantos, el ánimo que se aviva y el rostro que se distiende. Voces intensas y desgarradas. El declive de la calle y la ansiedad que aceleraban el ritmo. Arribamos al Monumento al canto de "¡Yo soy argentino, soy soldado del pingüino!". Aplauso cerrado de todos los ahí concentrados. Compañeros de ayer y de hoy. Muchos que hace tiempo no veía. Emoción. Lágrimas.
Llegamos a Buenos Aires la madrugada del viernes, serían las tres y media. Hacemos cola. Adelante nuestro, pibes cantando el himno. Entramos a la Casa Rosada , mi primera vez. Bandera y carteles en mano. El guardia que intenta evitar que pasemos con las cosas pero no. En el silencio de la noche estalla nuestra voz: "Compañero Néstor Kirchner, presente, compañero Néstor Kirchner, presente, ahora y siempre, ahora y siempre". Salimos con un aplauso eterno y los ojos desbordados de lágrimas. Damos vueltas por la Plaza de Mayo aguantando que amanezca y de a poco vuelve a llenarse de gente. Mejor dicho, de pueblo. De pueblo y de jóvenes, muchos jóvenes. Grupos cantando por acá y por allá. Y nosotros ahí, por supuesto. Graffitis, carteles, leyendas, frases: "Que la pena se transforme en militancia", "Mi único héroe en este lío", "Néstor con Perón, el pueblo con Cristina". Del silencio a la palabra. De la muerte a la vida. Buenos Aires tomada, otra vez en octubre.
El cielo solloza. Como con Perón, como con Evita. Una y otra vez entramos en filas cada vez más numerosas. Una despedida que no quería ser. La última con Cristina. Las paredes de la Rosada vibraban con nuestro salto y nuestra voz retumbaba en cada rincón. "¡Néstor no se murió, Néstor no se murió, Néstor vive en el pueblo la puta madre que lo parió!", "¡Néstor, Néstor, Néstor corazón, vos sos nuestra bandera para la liberación!". Entramos a los tropezones al Salón de los Patriotas Latinoamericanos. Estaba ahí. Ella. El encuentro. La emoción desatada, el cruce infinito de miradas en un instante, puño en el pecho y dedos en V hacia nosotros.
Viernes a la tarde. Llego a Rosario y a casa. Me encuentro con mi compañera que viene de uno de los barrios donde milita. Me cuenta de la tristeza en cada rostro, en cada casa y las ganas de hablar de los vecinos. Mientras pateaba el barrio se le acerca Margarita y le dice que se sentía en deuda con Néstor, que quiere comprometerse, hacer algo por todo lo que él había hecho por ella. Meses después inauguramos ahí la segunda Casa Compañera de Rosario, al costadito nomás del arroyo Ludueña. La primera lo mismo, la abrimos en lo Cacho y Chichita. Los conocimos en el acto que hicimos por el día de la militancia. Cacho ya no está, se nos fue el 26 de julio, mismo día que Evita. Marino mercante y gremialista. Pateó el tablero con Menem y volvió a creer con Néstor, como tantos otros miles.
Mi hijo, el mayor de nuevo, que también vuelve del barrio, me lleva a su pieza y me muestra un dibujo que había hecho y pegado en la pared sobre su cama. Tiene una frase en letras bien grandes que dice: "Néstor vive en el cuerpo de cada peronista". Lo miro a los ojos, lo abrazo y sonrío...


"Kirchnerismo, juventud y política", Página/12, 17-10-11.

Por Sebastián Artola.


Desde la llegada al gobierno, el 25 de mayo de 2003, hasta el presente, el kirchnerismo atravesó tres momentos. Una primera etapa marcada por el liderazgo de Néstor Kirchner, y la tarea casi en soledad de reconstruir una autoridad pública y relegitimar una representación política tras la debacle de 2001, caracterizada por una adhesión social mayoritaria y multicolor, unida por el interés compartido en lograr estabilidad institucional y superar la crisis económica. Un segundo momento que se inicia con la puja redistributiva frente a las patronales agrarias, cuyo saldo será lo que algunos denominaron como “minoría intensa”, una base de apoyo activa, militante, ideológica, con creciente presencia juvenil, pero reducida con relación al conjunto social, que va a quedar más que claro en las elecciones de 2009. Y una tercera etapa que se abre con el impulso a la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, pasando por el impacto de la Asignación Universal por Hijo; la recuperación económica después del sacudón internacional, sobre la base de políticas de promoción del empleo y el poder adquisitivo; las torpezas de la oposición política; la aprobación del matrimonio igualitario; los festejos del Bicentenario; y, por supuesto, la multitudinaria despedida a Néstor Kirchner, protagonizada por los cuerpos y las voces del pueblo, con sus trabajadores, amas de casa, profesionales, productores y, principalmente, jóvenes que lo reconocieron como el “único héroe en este lío”, que darán forma a una nueva mayoría social de respaldo al gobierno.
Esta renovada adhesión, en cuyo fondo late el quiebre de la hegemonía del discurso mediático dominante, sin dejar de ser heterogénea, pero con una conciencia política sustantiva sobre las conquistas alcanzadas en estos años, pasará a articularse en torno de la “defensa del modelo”, del “Nunca menos” y de la expectativa variada pero común respecto de que éste es el rumbo que más cerca puede estar de dar respuesta a las necesidades aún pendientes y a las llamadas “demandas de segunda generación”, lo que se expresó con contundencia en los resultados de las primarias.
Ahora bien, el emparejamiento de la batalla cultural y la fractura del discurso hegemónico como relato único lejos están de significar una hegemonía cultural del kirchnerismo (como escribió Beatriz Sarlo), o que las corporaciones mediáticas no sigan teniendo un papel activo en la puja política y en la modelación de una parte no menor del sentido común social. De ahí los renovados desafíos para el próximo período de gobierno. Lo dijo Cristina en marzo pasado: “Profundizar la organización popular” e “institucionalizar el frente nacional, popular y democrático”. Traducir la adhesión mayoritaria al Gobierno en fuerza y construcción política constituye una tarea prioritaria, que interpela a las organizaciones en el desafío de habilitar a que los sectores populares se constituyan no sólo en destinatarios de las políticas pública sino, y centralmente, en sujeto activo y protagónico del proyecto nacional.
Más que nunca la organización popular debe proyectar la articulación entre las demandas sociales y el Estado, promoviendo la necesaria iniciativa desde abajo, la traducción de las necesidades en propuestas políticas que permitan conquistar nuevos derechos y el anclaje del Estado en el seno de la comunidad a través de garantizar el arribo de las políticas públicas a los sectores más necesitados. Institucionalizar supondría estructurar el arco de apoyos sociales, políticos y culturales bajo la forma de un frente político y social que vaya más allá de la competencia electoral. Por un lado, a través de crear un lugar permanente de elaboración de políticas públicas, formación y preparación para el ejercicio de gobierno. Por el otro, construyendo un espacio que defina conceptualmente el proyecto nacional, otorgue unidad a las ideas y realice la síntesis del paradigma nacional y popular. Ambos planos hacen a los elementos de continuidad y superación de la etapa de cambios en curso: fuerza política propia y conciencia popular de transformación.
Por último, la clara decisión de Cristina de renovar la dirigencia política y hacer realidad el “puente entre las viejas y nuevas generaciones” plantea a las militancias juveniles un desafío con pocos precedentes en nuestra historia política. Para que esta posibilidad abierta signifique un salto cualitativo del proyecto nacional, en términos de recrear una representación política más consustanciada con el pueblo, debería fundarse sobre las militancias con sus prácticas diarias enraizadas en la vida popular, la realidad social y la experiencia tallada por la contienda política de estos años. Lo cual desafía a los colectivos juveniles a poner en debate cierta “lógica de gestión” que hace a los claroscuros de la construcción política, entendiendo por la misma la práctica circunscripta a la mera administración de las cosas, acrítica, despolitizada y, en consecuencia, inhibida del potencial transformador que tiene todo lugar institucional en el marco de un proyecto político popular; sin por ello dejar de entenderla como parte de las tensiones y contradicciones de todo proceso popular real.
Ahora bien, si la renovación de la representación nacional y popular debe realizarse sobre las prácticas militantes para desplegar toda su potencialidad de cambio, éstas a su vez tienen el desafío de reelaborar una nueva idea de militante que no niegue la gestión sino que la incorpore, imprimiéndole politicidad, dimensión colectiva, inscripción social y una ética pública de la transformación. Una noción de compromiso militante integral que conjugue dualidades muchas veces planteadas en términos dicotómicos: gestión-transformación; crítica-convicción; pasión–responsabilidad. En fin, el dilema weberiano de la política entre “ética de la responsabilidad” y “éticas de la convicción”, como opuestos y complementarios. Néstor Kirchner fue eso, presidente y militante. O mejor dicho, militante y presidente. Su ideario ético quedó grabado a fuego en la ya conocida frase de su discurso de asunción: “No vengo a dejar mis convicciones en la puerta de la Casa Rosada”. Eso lo convirtió en el presidente que corrió la línea e hizo posible lo que parecía imposible en la Argentina democrática post-1983. De cómo se recoja ese legado y se resuelvan estas encrucijadas queda atada buena parte de las posibilidades de transitar un horizonte de nuevas conquistas sociales para nuestro pueblo, y de seguir avanzando hacia un horizonte democrático más pleno.

http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-179068-2011-10-17.html

"Políticas de vivienda", Rosario/12, 03-02-11

Por Sebastián Artola.         


Pre candidato a Concejal. Frente para la Victoria.


La política de vivienda hacia los sectores populares que lleva adelante la gestión municipal es uno de los temas que define de mejor manera el actual proyecto de ciudad.
Según los propios cálculos oficiales, serían unas 50 mil familias las que padecen la falta de vivienda.
Frente a esta realidad, y en todos estos años, el ejecutivo municipal anunció hacia fines del pasado año un plan habitacional que dormía desde el 2008 donde se plantea la construcción de 22 viviendas para sectores medios que perciban un ingreso mínimo de 3500 pesos. Los anotados para acceder a las mismas ya son más de mil.
Para los sectores más humildes, según declaraciones de Susana Nader del Servicio Público de la Vivienda, se construyeron “2500 núcleos habitacionales” durante el 2010 de los cuales poca precisión hay respecto a los efectivamente entregados.
Esta desproporción entre la demanda social y el tipo de respuesta que ha dado el municipio es la expresión de un modelo de ciudad sujeto a los intereses de poderosos inversores privados vinculados al mercado inmobiliario, a la construcción y al comercio, que va en detrimento del derecho constitucional que tiene todo ciudadano a una vivienda digna.
Esta razón explica que el crecimiento económico de la ciudad en estos años esté atravesado por un fuerte contraste entre el boom de la construcción y el aumento permanente del déficit habitacional.
Un Estado activo y promotor del interés colectivo y una distribución justa de la tierra, que regule el acceso al suelo y su uso, no sumiso a la especulación de los negocios privados, con una política pública masiva de construcción de viviendas en articulación con las organizaciones del territorio, es el camino a emprender si de dar una respuesta real a los sectores sociales más postergados de nuestra ciudad se trata.

"Estigmatización y seguridad", Rosario/12, 08-02-11.

Por Sebastián Artola.         

La estigmatización hacia los jóvenes que realiza el discurso hegemónico de los medios de comunicación es una constante.
Desde la ecuación más repetida que concibe a los pibes de los barrios más humildes como “chorros” y “drogadictos”, hasta la calificación de “violentos” e “intolerantes” realizada sobre los jóvenes militantes que protagonizaron la multitudinaria despedida a Néstor Kirchner.
Tal es el rol jugado por la agenda que construyen los medios, que la Argentina siendo uno de los países con más baja tasa de homicidios de América, se encuentra segunda en relación a la “percepción de inseguridad” que tiene la ciudadanía, según estadísticas que se conocieron en estos días.
Ahora bien, que el tema tenga como trasfondo una clara intencionalidad política no invalida su relevancia.
La institucionalización y el encierro como respuesta, a contramano de lo que supone cierto sentido común instalado, potencia, en vez de disminuir, la espiral de reincidencia y desafección.
Y la baja de la edad de imputabilidad a 14 años tiene su antecedente más inmediato en 1976, en plena dictadura cívico militar, lo que debería ser, por si sólo, argumento suficiente para descartarla como posibilidad.
Políticas públicas que promuevan la inclusión social, un primer empleo joven, la permanencia en el sistema educativo, la capacitación, la recreación y la producción cultural, son las cosas que habilitan a todo joven a poder construir un proyecto de vida como horizonte, permitiendo reponer el sentido de pertenencia a una comunidad.
La Ley 26.061 de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescente y la Asignación Universal por Hijo son dos iniciativas que marchan en este sentido.
Profundizar la redistribución de la riqueza, democratizar la palabra y una nueva mirada ciudadana integral sobre la seguridad, son condiciones para un reconocimiento de los menores como sujeto pleno de derecho.


http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-27327-2011-02-08.html

"Sobre la boleta única", febrero de 2011.

Por Sebastián Artola.         


El debate entorno a la boleta única no pasa por la expresión vacía de “lo nuevo frente a lo viejo” que usó el diputado provincial de la Coalición Cívica Pablo Javkin. Lo que está en discusión es si la misma promueve una participación ciudadana más plena, un ejercicio de la voluntad popular más directo y un vínculo representativo más legítimo, o no. Y la realidad parece demostrar que un sistema que fue aprobado de golpe y porrazo en las últimas semanas del pasado año, con fuerte olor a especulación electoral y con una boleta a cargos legislativos de los cuales sólo se van a conocer los dos o tres primeros nombres del total de sus integrantes, poco aporta a una mayor pertenencia de la ciudadanía al proceso electoral y mucho a la confusión, diluyendo la dimensión colectiva de los proyectos políticos que están debate para acentuar la individualización de la política tal como fuera promovida en los años de hegemonía neoliberal.