“Pensar la ciudad”, El Argentino (edición Rosario), 28-07-14.

Por Sebastián Artola
El gobierno municipal sabe que está para atrás con los vecinos del centro de la ciudad y por eso lanza el plan “Rosario más linda”. El mismo anuncia la refacción de algunas fachadas históricas, la remodelación de plazas y la prohibición de pegar carteles en columnas.
De modo vergonzoso vimos esta semana un afiche pidiendo justicia para Jere, Mono y Patón con una faja que decía “Publicidad no autorizada”, como si la lucha contra la impunidad debiera pedir autorización o tener que pagar una cartelera para su difusión. 
Más allá de la lavada de cara, el mejor favor que le pueden hacer a los vecinos y laburantes del centro es dejar de hacer todo lo posible para vaciarlo, en beneficio de los grandes emprendimientos comerciales, como marcan la prohibición de estacionar en el microcentro, sin medidas alternativas y gratuitas, y la desregulación total del mercado inmobiliario.
El problema es estructural y no cosmético. Un modelo de desarrollo urbano, a medida de las grandes inversiones privadas, no podía sino dejar afuera, también, a porciones crecientes de los sectores medios de la ciudad, con una pésima calidad en la prestación de los servicios de agua, luz y transporte, y la promoción de obras públicas en función de los negocios de unos pocos y no de las necesidades de las mayorías.

Mientras tanto los barrios más postergados, bien gracias.

“Pensar la ciudad”, El Argentino (edición Rosario), 22-07-14.

Por Sebastián Artola.
Los clubes de barrio de nuestra ciudad llevan adelante una enorme tarea casi en soledad y a pulmón.
El esfuerzo diario de familias y grupos de vecinos permite el sostenimiento de más de 350 clubes, a lo largo y ancho de Rosario, que sólo algún éxito deportivo o evento excepcional hace visible a los ojos de las autoridades políticas o los medios de comunicación.
El mundial de fútbol fue un claro ejemplo de esto.
Ahí nos enteramos de que muchos de los jugadores de nuestra selección, antes de llegar a los grandes clubes de la ciudad, para después irse rápido al extranjero, dieron sus primeros pasos en clubes de barrio.
Es el caso de Di María que salió del Club El Torito, en el barrio El Churrasco; del propio Messi que jugó en el Club Grandoli, en la zona sur; o de Lavezzi que surgió en Coronel Aguirre de la vecina ciudad de Villa Gobernador Gálvez.
Los clubes de barrio desarrollan una acción social y educativa imprescindible, sobre todo en zonas de la ciudad atravesadas por necesidades de todo tipo, promoviendo una práctica deportiva desde los primeros años que logra funcionar como un semillero de jugadores, sin el cual es difícil pensar la condición de “grandes” de los clubes más importantes de la ciudad.
La realidad de un barrio que tiene un club a uno que no, cambia de modo radical en términos de integración y forma en que se dan las relaciones sociales.
Pero lamentablemente el reconocimiento dura poco y no se traduce en un acompañamiento por parte del Estado que permita el fortalecimiento de estas instituciones.
Todo bien con que la intendenta Mónica Fein se saque una foto en el mural de homenaje a Di María en El Torito, pero desde el municipio debería hacerse algo más por los clubes de nuestra ciudad.
Mientras las oportunidades son concentradas por quienes manejan los clubes más grandes y las penas quedan en los más chicos, desde el Estado provincial y local poco aporte se hace a un diseño que distribuya de modo más justo los recursos (materiales y técnicos), promoviendo un desarrollo deportivo equilibrado. 
Si esta es la realidad del fútbol, ni que hablar de aquellos clubes donde se practican deportes amateurs.
El deporte es un derecho  y no un negocio al que sólo pueden acceder los que tienen los recursos para hacerlo. Y los clubes de los barrios, por estar metidos en el corazón mismo del tejido social, cumplen una tarea primordial en la formación de los niños y niñas, en la inclusión, en la promoción de lazos solidarios, en la connivencia comunitaria, en el derecho de cada joven a soñar y a construir un proyecto de vida digno.
Un Estado que garantice el derecho al deporte es un desafío imprescindible para el desarrollo integral de una comunidad, y éste tiene que empezar por el fortalecimiento y promoción de los clubes de barrio.




“Pensar la ciudad”, El Argentino (edición Rosario), 15-07-14.

Por Sebastián Artola.
El pasado miércoles 9 de julio, por la madrugada, una vecina de Ciudad Oculta fue golpeada y violada cuando volvía de trabajar .
La falta de alumbrado público y el estado de abandono de los terrenos a través de los cuales se ingresa al barrio, con yuyales y árboles que llegan a los tres metros, expone de manera permanente a los vecinos que van a trabajar o llevan sus hijos a la escuela.
El reclamo no es nuevo. Desde el 2011 vienen pidiendo al municipio un plan de urbanización para las 272 familias que viven en el asentamiento.
Ciudad Oculta es uno de los territorios de Rosario con menos presencia del Estado y más ausencia de derechos básicos.
Lamentablemente se tiene que llegar a una situación límite para que haya algún tipo de respuesta. A mediados del 2012, dos jóvenes fueron asesinados por el robo de los caballos que cuidaban y recién ahí el municipio desmalezó uno de los terrenos.
Hacia fines del año pasado, como cada vez cuando llueve se inundó parte del barrio y los vecinos tomaron las viviendas de la llamada Zona Cero para hacerse escuchar. También recién ahí se empezó con el zanjeo, el mejorado de algunas calles y la colocación de un alumbrado público que nunca anduvo, quedando todo a mitad de camino.
El incumplimiento de las obras prometidas, casi como una crónica anunciada, tuvo una nueva víctima.
El viernes estuvimos acompañando a una delegación de vecinas y compañeras en el reclamo que, una vez más, llevamos a las autoridades municipales del Distrito Norte.
A través de nosotros se daban por enteradas de lo que había pasado y otra vez las promesas de siempre que esperamos que ahora se cumplan.

Un Estado presente con servicios y obra pública, igualando oportunidades y garantizando a todos el derecho a vivir dignamente, sin dudas, hacen también a un marco de seguridad y a una politica de prevención del delito, que nos permita construir una salida a la violencia que atraviesa nuestra ciudad.

“Pensar la ciudad”, El Argentino (edición Rosario), 07-07-14.

Por Sebastián Artola
Desde los tiempos de Binner el modelo de desarrollo urbano de nuestra ciudad es un intento de copia y calco de Barcelona. De ahí la figura publicitaria, ya devaluada, que el propio oficialismo divulgó en todos estos años de Rosario como “la Barcelona argentina”.
La prioridad puesta en los grandes emprendimientos comerciales e inmobiliarios en la franja costera, con eje desde el centro hacia el norte de la ciudad, y la búsqueda de vender a Rosario como sede de grandes “eventos culturales”, marchan en este sentido y definen el contenido de los llamados Planes Estratégicos que fueron moldeando el actual proyecto de ciudad.
Con el acento puesto en la oferta de sevicios, el turismo y el comercio se ubicaron como como los ejes privilegiados de una economía que crecía gracias a las rentabilidades extraordinarias provenientes de la soja, bajo un programa económico agro-exportador y liberal, que poco interés puso en la promoción industrial y el valor agregado.
De este modo, la inversión privada y la especulación marcarían la agenda y el tipo de crecimiento económico, sin inclusión social, subordinando al Estado municipal, al Concejo (con muy pocas voces críticas, y a veces ninguna) y las ordenanzas a sus interéses.
La desigualdad, fragmentación, exclusión de buena parte de los rosarinos de obras de infraestructura básica y servicios públicos dignos y la concentración de los negocios en cada vez menos manos, con su correspondiente impacto en las conflictivas y violentas relaciones sociales, eran un descelace más que anunciado, aunque algunos hoy se den por sorprendidos.
Copiar modelos sociales, culturales y políticos de otros países y latitudes (considerados “avanzados” o “modernos”), que poco se corresponden con nuestras realidades y necesidades, ha sido el gran fracaso de una dirigencia política colonizada por los espejitos de colores de quienes sólo quieren hacer negocios, sin importarles el bienestar y la calidad de vida de las grandes mayorías.
Inventar y crear, como señalan los momentos más fecundos del pensamiento argentino y latinoamericano, desde Simón Rodriguez, pasando por José Martí hasta Arturo Jauretche, son los desafíos para construir, desde acá, un proyecto de ciudad para todos y todas.