“Pensar la ciudad”, El Argentino (edición Rosario), 19-05-14.

Por Sebastián Artola (*).
La semana pasada la municipalidad y el gobierno provincial anunciaron el llamado “Plan Abre”, tras el objetivo de “pacificar la sociedad rosarina” y construir un “Estado amigable”, según sostuvo el gobernador Antonio Bonfatti.
En buena hora, si se van a realizar obras de infraestructura en barrios que hace años esperan ser considerados parte de la ciudad y hasta ahora sólo habían conocido la indiferencia.
La presentación se hizo ante una nutrida concurrencia de periodistas, bajo el pedido de las autoridades provinciales y municipales que pusieran la atención, más que en la difusión de la obras en sí, en el protagonismo de los vecinos en esos proyectos.
La paradoja es que sólo hubo periodistas y ningún vecino de la ciudad convocado al anuncio oficial. La escena no es nueva, ni casual.
La participación ciudadana para el “socialismo” gobernante siempre se presenta mediada por los medios de comunicación y los anuncios políticos parecen tener más como destinatarios las tapas de los diarios que la propia realidad a la que se dice apuntar.
Con el presupuesto participativo no deja de pasar algo parecido. El vaciamiento de contenido desde su puesta en marcha en el 2003 y su incidencia cada vez menos significativa en el presupuesto total, incluso a costa de violar la ordenanza Nº 7.869/05 que establece que lo destinado al PP “deberá ser igual o mayor en valores porcentuales a lo establecido en el año inmediato anterior”, sólo es compensado por los enormes gastos en publicidad que muestran una experiencia de participación que lejos está de ser la real.
Lo discusión no es menor. Estamos convencidos que la posibilidad de avanzar en una política efectiva de pacificación tiene directamente que ver con el protagonismo activo de la ciudadanía, y el impulso a políticas públicas que surjan de las demandas, inquietudes, deseos y sueños de los vecinos de nuestra ciudad.
La promoción de políticas estatales para ser efectivas y aportar a recomponer un sentido de pertenencia a la comunidad tiene que partir de reconocer la capacidad creadora de nuestro pueblo y su condición de sujeto de transformación.
Concebirlo como mero “objeto” y destinatario pasivo de políticas estatales que apuntan a resolver sus problemas, no llevan a otro desenlace que al fracaso de las mismas.
Lo venimos diciendo: la violencia social y el crecimiento exponencial del narcotráfico en Rosario tiene como trasfondo una causa institucional-estatal, una realidad socio-económica pero también una dimensión cultural-identitaria.
La reposición de un Estado transformador que permita igualar oportunidades, que preferimos a la más frágil y débil idea de “Estado amigable”, tiene como condición replantear la alianza con la especulación inmobiliaria y los grandes emprendimientos comerciales en beneficio del interés colectivo y el bien común, a través del protagonismo y la palabra de todos.
Sólo así será posible empezar a construir en nuestra ciudad una convivencia más armónica y en paz.

(*) Licenciado en Ciencia Política. Docente de la UNR. Miembro del Foro Rosario para Todos.

“Pensar la ciudad”, El Argentino (edición Rosario), 12-05-14.

Por Sebastián Artola (*).
Finalmente se conoció el peritaje oficial por la caída de la taza de la Vuelta Al Mundo en el Parque de Diversiones, donde el año pasado murieron las hermanas Melanie y Florencia Aranda, dos niñas de tan sólo 14 y 12 años.
El informe es categórico: “no se realizaban inspecciones periódicas programadas”. Es decir, las responsabilidades de lo sucedido fueron de la firma privada “International Park” por incumplir el mantenimiento de los juegos y del Municipio por no hacer un sólo control en diez años.
A su vez, el peritaje señala el “diseño incorrecto del juego”. Semejante anomalía no podría haber pasado por alto, si, al menos, un sólo control se hubiese hecho bien.  
Los técnicos del INTI sostuvieron que el juego mecánico debía revisarse al menos una vez por mes, y una vez al año debía llevarse a cabo una revisión general del predio concesionado.
¿Qué opinará ahora el secretario de gobierno Fernando Asegurado de sus lamentables declaraciones al querer explicar la caída de la taza por “una sobrecarga de peso” de las niñas?
¿Alguien pedirá disculpas al joven operario del juego al que habían acusado en una clara maniobra del concesionario y el municipio para lavarse las manos de todo cargo y culpa?
¿Y la intendenta, qué tendrá para decir, aparte de ir a sacarse una foto con los familiares de las víctimas y acompañar el pedido de justicia, como si nada hubiese tenido que ver?
Pasado nueve meses, lo mínimo debería haber sido terminar con la concesión a la firma “International Park” y pedir la renuncia a todos los funcionarios responsables por los controles e inspecciones no realizadas. Como gesto hacia la sociedad pero también como decisión de “tomar el toro por las astas”.
Pero nada de esto pasó. La reacción fue la de siempre: patear la pelota para otro lado, buscar algún “chivo expiatorio”, no dar la cara.
La impunidad no sólo impide cicatrizar las heridas, sino también deja la puerta abierta para que lo mismo pueda volver a ocurrir.
Un Estado que cuida los negocios de unos pocos y se desentiende de los controles sobre las concesiones también hace a la inseguridad.
Una nueva mirada sobre los espacios públicos y el rol del Estado municipal son desafíos abiertos, para lo cual hace falta decisión política y coraje. Una ciudad para todos o para unos pocos, sigue siendo la cuestión.

(*) Licenciado en Ciencia Política. Docente de la UNR. Miembro del Foro Rosario para Todos.

“Pensar la ciudad”, El Argentino (edición Rosario), 05-05-14.

Por Sebastián Artola.
En Rosario hay 150 jóvenes entre 16 y 18 años procesados por venta de drogas. La mayoría fueron detenidos en “búnkers” o en sus cercanías. Casi el 70% de los homicidios de los últimos años tienen como víctimas a varones de entre 15 y 35 años, mientras que la mitad son menores de 25 años.
La realidad de los pibes de los barrios más humildes es uno de los rostros bajo los que se presenta la violencia en nuestra ciudad y exige un debate sincero y profundo. Lamentablemente, buena parte de la dirigencia política local y de los representantes de la “sociedad civil” miran hacia otro lado o repiten conocidas estigmatizaciones.
Lo primero que debemos hacer es dejar de verlos como un “problema” en sí mismo, frente a los cuales sólo cabe endurecer leyes, promover medidas de encierro y disciplinamiento, como ahora el servicio militar obligatorio, suerte de apartheid social y generacional. La realidad muestra que la institucionalización produce reincidencia, potencia la violencia y profundiza la desafección respecto a la sociedad.
Reconocer que la realidad de los más jóvenes nos interroga a todos y a los modos en que venimos construyendo el lazo social, dando cuenta de una sociedad que los expulsa, invisibiliza, no los escucha o, en su reverso, los usa y esclaviza, es un paso imprescindible.
La violencia que atraviesa nuestra sociedad lejos está de agotarse en el “soldadito”. Algo de esto muestra el hecho de que los homicidios en Rosario no hayan disminuido pese a la intervención de las fuerzas de seguridad nacional, más allá de una fuerte baja en los delitos más simples, como robos o arrebatos.
La conformación de una subjetividad violenta en nuestra sociedad es la pregunta a responder. Y acá entran realidades que van desde el “soldadito”, los modos de resolución violenta de conflictos o discusiones menores entre familiares y vecinos, hasta los “linchamientos” que se dieron hace pocos meses.
La matriz represiva y la connivencia impúdica con el delito de las policías provinciales; un Poder Judicial como garantía de impunidad, resistente a su democratización; Estados locales y provinciales sujetos a los negocios de unos pocos, mientras niegan a parte significativa de los ciudadanos derechos elementales, servicios públicos y condiciones mínimas de vida; sociedades fragmentadas, desiguales y modelos de pertenencia e identidad en base al consumo de bienes materiales; un mercado de drogas que mueve millones en nuestra ciudad, comprando voluntades y lavando el dinero en el boom inmobiliario o en grandes emprendimientos comerciales; medios de comunicación que alimentan una cultura del miedo y la permanente desconfianza hacia el otro, bajo un tratamiento sensacionalista y frívolo de los hechos delictivos; son algunas de las piezas que moldean las prácticas violentas en nuestras sociedades.
Avanzar en las transformaciones institucionales que esperan desde hace más de treinta años; profundizar una democracia donde nos reconozcamos como pares en la diversidad, la pluralidad y la diferencia; garantizar el derecho a una vida digna; construir respuestas desde el protagonismo colectivo; recrear una subjetividad comunitaria, fundada en la dimensión humana, hacen a la posibilidad cierta de transitar un horizonte esperanzador para todos y todas.

(*) Licenciado en Ciencia Política. Docente de la UNR. Miembro del Foro Rosario para Todos.