Por Sebastián
Artola (*).
La semana pasada
la municipalidad y el gobierno provincial anunciaron el llamado “Plan Abre”,
tras el objetivo de “pacificar la sociedad rosarina”
y construir un “Estado amigable”, según sostuvo el gobernador Antonio Bonfatti.
En
buena hora, si se van a realizar obras de infraestructura en barrios que hace
años esperan ser considerados parte de la ciudad y hasta ahora sólo habían
conocido la indiferencia.
La
presentación se hizo ante una nutrida concurrencia de periodistas, bajo el
pedido de las autoridades provinciales y municipales que pusieran la atención,
más que en la difusión de la obras en sí, en el protagonismo de los vecinos en
esos proyectos.
La
paradoja es que sólo hubo periodistas y ningún vecino de la ciudad convocado al
anuncio oficial. La escena no es nueva, ni casual.
La participación
ciudadana para el “socialismo” gobernante siempre se presenta mediada por los
medios de comunicación y los anuncios políticos parecen tener más como
destinatarios las tapas de los diarios que la propia realidad a la que se dice
apuntar.
Con
el presupuesto participativo no deja de pasar algo parecido. El vaciamiento de
contenido desde su puesta en marcha en el 2003 y su incidencia cada vez menos significativa
en el presupuesto total, incluso a costa de violar la ordenanza Nº
7.869/05 que establece que lo destinado al PP “deberá ser igual o mayor en
valores porcentuales a lo establecido en el año inmediato anterior”, sólo es
compensado por los enormes gastos en publicidad que muestran una experiencia de
participación que lejos está de ser la real.
Lo discusión no
es menor. Estamos convencidos que la posibilidad de avanzar en una política
efectiva de pacificación tiene directamente que ver con el protagonismo activo
de la ciudadanía, y el impulso a políticas públicas que surjan de las demandas,
inquietudes, deseos y sueños de los vecinos de nuestra ciudad.
La promoción de
políticas estatales para ser efectivas y aportar a recomponer un sentido de pertenencia
a la comunidad tiene que partir de reconocer la capacidad creadora de nuestro
pueblo y su condición de sujeto de transformación.
Concebirlo como mero
“objeto” y destinatario pasivo de políticas estatales que apuntan a resolver
sus problemas, no llevan a otro desenlace que al fracaso de las mismas.
Lo venimos
diciendo: la violencia social y el crecimiento exponencial del narcotráfico en Rosario
tiene como trasfondo una causa institucional-estatal, una realidad
socio-económica pero también una dimensión cultural-identitaria.
La reposición de
un Estado transformador que permita igualar oportunidades, que preferimos a la más
frágil y débil idea de “Estado amigable”, tiene como condición replantear la
alianza con la especulación inmobiliaria y los grandes emprendimientos comerciales
en beneficio del interés colectivo y el bien común, a través del protagonismo y
la palabra de todos.
Sólo así será
posible empezar a construir en nuestra ciudad una convivencia más armónica y en
paz.
(*) Licenciado en Ciencia Política. Docente de la
UNR. Miembro del Foro Rosario para Todos.