“Pensar la ciudad”, El Argentino (edición Rosario), 31-03-14.

Por Sebastián Artola (*).
El asesinato de David a manos de unas cincuenta personas en barrio Azcuénaga hace visible las profundas marcas que la violencia viene dejando en nuestra ciudad.
La enfurecida reacción habla de una comunidad fragmentada, con sus vínculos deshilachados, atravesada por la desconfianza, el odio, una ciega búsqueda de venganza social y el desconocimiento de la autoridad pública.
No es casualidad. La ausencia del Estado garantizando el derecho a la seguridad y la protección de la vida es el marco bajo el cual es necesario pensar el porqué de este, como de otros hechos de violencia y muerte.
Decimos más, este corrimiento del Estado a la hora de garantizar la seguridad pública y cuidar la vida, en realidad, es una presencia más que activa en la configuración de la trama delictiva que explica buena parte de los niveles de violencia y la altísima tasa de homicidios que sufre nuestra ciudad.
La idea de un Estado “víctima” en lucha contra la delincuencia y el narcotráfico es una figura que puede funcionar en el relato mediático, pero no va al fondo de una realidad donde una parte del propio Estado está en connivencia con el delito y el narcotráfico, a través de la policía provincial, sectores del poder judicial y políticos con representación institucional, que por acción u omisión poco hacen para transformar la matriz de la violencia en Santa Fe.
Del mismo modo, un proyecto de ciudad que piensa a Rosario como si fuese una “marca” (basta con reparar en el logo de la actual gestión), situando al comercio y el turismo como sus ejes más dinámicos, fue definiendo al “consumo” como el modo de pertenencia a la ciudad.
Los pibes de los barrios más humildes roban para tener, pero también para ser. Construyen desde ahí identidad y pertenencia. Frente a un Estado local que no promueve otro horizonte y sentido de integración, a través de la escuela, como de políticas culturales, recreativas o de capacitación en oficio en los mismos barrios, el delito se presenta como el único camino posible.
El desafío urgente para todos los que vivimos en Rosario y, sobre todo, para quienes tienen responsabilidades públicas es imaginar y tomar las necesarias decisiones que nos permitan empezar a transformar de fondo las causas que nos llevaron a este estado de cosas.
Para ello, es imprescindible reponer la responsabilidad pública y pensar un modelo de seguridad democrática, que no deje librado las prácticas de seguridad a decisiones individuales de cada ciudadano, lo cual implica negar la seguridad como un derecho, profundizando la fragmentación del lazo comunitario y la división de la ciudadanía.
Más que nunca sigue siendo una tarea pendiente pensar una ciudad donde quepamos todos, garantizando por igual el derecho a la seguridad y a la protección de la vida.
 (*) Foro Rosario para Todos.


“Pensar la ciudad”, El Argentino (edición Rosario), 10-03-14.

Por Sebastián Artola (*).
El 21 de enero Melani Navarro fue asesinada al haber quedado en el medio de una balacera entre narcos en La Granada. Tenía sólo 5 años. La espiral de violencia que el narcotráfico siembra en los barrios más humildes, en connivencia con la policía provincial y un poder judicial que mira para otro lado garantizando impunidad, no para de llevarse la vida de los más jóvenes de nuestra ciudad.
A las dos semanas de la muerte de Melani, el Centro de Salud que existía en el barrio cerró sus puertas, dejando a los vecinos sin la posibilidad de atención primaria, frente al silencio de las autoridades municipales y provinciales. El centro de salud “20 de junio” había sido inaugurado en 2010 para descomprimir de pacientes al Sáenz Peña. Los profesionales que atendían en el lugar, desamparados y sin ningún tipo de protección, optaron por no ir más.
El repliegue del Estado municipal en los barrios de Rosario no es nuevo. Desde el año 2010 venimos asistiendo a un vaciamiento de las políticas sociales del municipio, con el desmantelamiento y reconversión de los Centros Crecer, la pérdida de funcionalidad y la desarticulación de un abordaje integral entre políticas sociales y políticas sanitarias en el territorio.
Los centros de salud que conforman el dispositivo de Atención Primaria de la Salud están cerrados los fines de semana y con suerte de lunes a viernes tienen horarios de atención por la tarde, mientras que las ambulancias no entran a los barrios, incluso cuando las llamadas son de los propios centros de salud. A lo que se suma la falta de reemplazos por licencia para médicos y pediatras, ni que hablar de psicólogos o trabajadores sociales.
Cuando la semana pasada la intendenta de la ciudad, Mónica Fein, inauguró las sesiones ordinarias del Concejo Municipal, puso el acento en el desafío de “construir una sociedad y una ciudad más integrada, más equitativa”. En buena hora, hace casi veinte años que el socialismo  gobierna Rosario y está a la vista el modo profundamente desigual bajo el cual creció nuestra ciudad en todo este tiempo, garantizando enormes negocios para muy pocos, mientras la gran mayoría de nuestros vecinos no tienen acceso a obras de infraestructura social básica, servicios públicos dignos y posibilidades de integración socioeconómica.
La paradoja en La Granada es una muestra más de lo que pasa en muchísimos barrios de nuestra ciudad. Mientras la violencia del narcotráfico se lleva la vida de nuestros jóvenes y niños, el Estado más se repliega y brilla por su ausencia. Pero los vecinos y familiares de las víctimas no bajan los abrazos y se resisten a que este sea el único futuro para los jóvenes y los más chicos. Se organizan desde abajo, construyen memoria y luchan contra la impunidad. Nos queda hacia futuro el desafío de juntar todas estas luchas en un proyecto de ciudad común, que haga posible el derecho  a vivir dignamente y en paz,  haciendo de Rosario una ciudad para todos.


(*) Foro Rosario para Todos.