Por Sebastián
Artola (*)
La estigmatización
hacia los jóvenes es una constante en el discurso hegemónico de los medios de
comunicación y de ciertas fuerzas políticas conservadoras.
El prejuicio y la
discriminación en los comercios, fábricas, boliches, bares e instituciones,
según el origen social, cultural y geográfico, es una marca diaria que funciona
como un límite para la integración de los jóvenes de los barrios más humildes
en la ciudad.
Un ejemplo es la idea
de “normal” que plantea la consigna de campaña del oficialismo local y
provincial para las elecciones. Bajo su afirmación se excluye lo diferente, lo
distinto, estableciendo como contrafigura la noción de “anormal” para referirse
a todo aquello que escapa de lo que se considera correcto en el plano político,
cultural o social.
En el fondo lo que
subyace a la idea de “normalidad” es un pensamiento con raíces en los formatos
positivistas de disciplinamiento social y uniformidad cultural de fines del
siglo XIX, muy a contramano de los desafíos de nuestros tiempos y la
posibilidad transitar un horizonte de profundización democrática sobre la
pluralidad y diversidad de las voces, con sus semejanzas y diferencias.
Frente a esta idea,
la “La Patria es el otro” contiene lo plural, abrazando la diferencia como
principio democrático. Esta consigna se ha constituido en una bandera para los
pibes que en los últimos años se volcaron de manera masiva a la militancia y a la
participación política, lo que nos permite ser más que optimistas respecto a
las posibilidades ciertas de avanzar hacia una sociedad donde quepamos todos y
todas, sin excluidos y silenciados.
(*) Foro Rosario
para Todos.