Por Sebastián Artola.
El
viernes y sábado pasado estuvimos participando del encuentro que realizó en
nuestra ciudad la Mesa de Juventudes Políticas.
El
primer hecho inédito es la confluencia de jóvenes militantes de las más
variadas identidades políticas para debatir y trabajar en el territorio
acciones de difusión y promoción de las políticas de la Secretaría de
Programación para la Prevención de La Drogadicción y la Lucha contra el
Narcotráfico (Sedronar).
Las
adicciones son una realidad que produce un profundo daño en el tejido social y
la convivencia comunitaria. Que jóvenes de distintos partidos políticos se
reúnan en torno a acciones comunes, sin dudas, es un ejemplo del que la
dirigencia política debería tomar nota, y también un paso que puede significar
el principio de un camino a transitar que nos permita construir una nueva y
necesaria mirada.
Lo
primero a plantear es el desafío de un paradigma que deje de estigmatizar a los
jóvenes que están a atravesados por una situación de adicción, corriendo la
respuesta del derecho penal por la del derecho civil. Las miradas que
criminalizan el problema y plantean medidas de encierro y disciplinamiento, a
través del endurecimiento de las leyes, han mostrado su fracaso, al quedar en
claro que la institucionalización produce reincidencia y profundiza la
desafección respecto a la sociedad.
Situar
la adicción como una cuestión de salud social como lo viene planteando la
Sedronar y dejar de ver al pibe que consume una droga ilegal o legal como un
delincuente, es un paso imprescindible (y no fácil) a dar como sociedad.
Lo
segundo, es reconocer a los pibes que consumen como sujetos de derecho. Una
mirada que no parta de sus realidades, inquietudes, anhelos e identidades, está
condenada al fracaso. Las políticas públicas entendidas como recetas enlatadas
que tratan como objetos a las personas, terminan por ser ajenas a las
situaciones que pretenden cambiar, teniendo un efecto práctico nulo.
La
voz de los pibes y su protagonismo son irremplazables a la hora de construir
políticas públicas que se hagan carne en la comunidad y permitan abrir nuevos
horizontes.
La
Patria es el otro y nace desde los barrios. La política militante y
transformadora también. Desde estas convicciones profundas será posible
construir respuestas que nos permitan conquistar el derecho de todo joven a
soñar y tener una vida digna.