Que la política municipal se haya
vuelto una serie de anuncios hechos más para los medios de comunicación que
para dar respuestas concretas a las necesidades de la ciudad, no es ninguna novedad.
La iniciativa de que los
funcionarios viajen en transporte público los días viernes es ejemplo de ello.
Una política de movilidad urbana que de solución al caos vehicular, empieza por
un servicio de transporte urbano accesible y eficiente.
Pero el transporte público es uno
de los fracasos más rotundos desde Binner a la actualidad y una muestra más que
gráfica del “socialismo al revés” que se practica en Rosario, basado en
privatizar ganancias y socializar pérdidas.
La historia es conocida, ante
cada déficit de rentabilidad la variable de ajuste es la misma: los usuarios.
Pero los aumentos de tarifa nada resuelven, el deterioro del servicio se
profundiza, las frecuencias no mejoran y muchos barrios siguen sin líneas de
colectivo quedando incomunicados del resto de la ciudad.
El argumento de la falta de
subsidios de tanto repetido ya suena a excusa. Rosario es la ciudad del
interior que más subsidio recibe de Nación, representando el 50% del costo
total del pasaje, mientras que la provincia de Santa Fe no aporta un solo peso.
En el fondo lo que mostró su
fracaso es la lógica empresarial y privada con que el municipio gestiona un
servicio que es público, negando su carácter social y, en consecuencia, la
posibilidad de ser pensado como un bien público que debe ser costeado por el
conjunto de la sociedad y, en especial, por los sectores con mayor capacidad
contributiva de la ciudad.
(*) Foro Rosario para Todos.